El dolor en los brazos y las ampollas de las manos no apreciaban el trabajo de Ana, mi madre, para aminorar con sus costuras y artificios, los dolores causados por el continuo uso de aparatos y muletas, yo me sentía grande con unos zapatos negros parecidos a los del famoso Monstruo creado por Frankenstein pero necesarios para el correcto funcionamiento del implemento médico, los zapatos contrastaban con el color verde artificial de la cubierta, la embarcación más grande de lo que imaginaba, me impactó con su blanco porte, su nombre y una gran figura de la Compañía Naviera del Ferry que resaltaba en azul, una acuarela de colores que hubiese sido la envidia de cualquier photoshop de la actualidad, la emoción no apartaba lo difícil que resultó subir a bordo con mi madre, ese aparataje delataba una enfermedad que nos hizo sufrir en familia, pero bendita al final de cuentas por que me hizo crecer, y desarrollar una confianza y tenacidad que me permitió desenvolverme como cualquier otro niño normal a pesar de las limitaciones propias de las circunstancias.
Mis padres siempre exigieron más de mi, y hoy por hoy sus exigencias hicieron la diferencia, sin ser tan severos, nunca fueron complacientes ni permisivos, de manera que no permitían que mi dolor o mejor dicho mi situación, diera pie a manipulaciones infantiles, eso indiscutiblemente forja el carácter y la determinación, una vez a bordo y juntos con papá , salimos a sentarnos en la parte exterior para ver el mar, en lo que era el muelle de entonces luego de las empanadas, los niños se lanzaban para que les arrojaran monedas , debiendo haber allí por lo menos 12 o 15 mts de profundidad , ya se disponía la maniobra para el zarpe, mamá insistía en decirme que íbamos a visitar a la Virgen del Valle para pedirle por mi sanación, que delicia, recuerdo el salobre olor del viento entremezclado con el gasoil y el humo de los motores , mi viejo no me quitaba la vista de encima y me señalaba que no era lo mismo en el barco por sus movimientos de bandeo y cabeceo, se sentía una brisa sabrosa y era un deleite el cambio de azules que veíamos, así como un fluido entrecruzado que luego con los años entendí era el "Efecto de Bernoulli".
Queriendo ver todo lo evidente y preguntando más allá de lo que no era, los pescados voladores y hasta unos delfines hicieron un deleite para mis ojos, pero el andamiaje de caballero andante como yo le decía siempre era obstáculo para el libre movimiento y la gente agolpada en el poco espacio, las maletas y bolsos regados reducían la maniobra, lográndome colar hasta el barandal del buque al lado de lo que eran unas balsas salvavidas, como a mitad de navegación yo seguía con el mismo ímpetu viendo y preguntando sin atender otra cosa que mi afán de descubrir lo nuevo , producto de un repentino bandeo a Babor del buque un pasajero a mi lado derramó un líquido que sostenía y mi muleta resbaló haciéndome perder el equilibrio hacia la borda cayendo entre la cubierta y la primera baranda, queriendo echarle la culpa a mi condición , lloré de vergüenza , miedo e indignación pero mi viejo me levantó más rápido que el común de la gente se diera cuenta de lo sucedido, cuál Mano de Dios , lejos de increparme por la situación más bien me espetó ¿que le pasa Capitán ?, levántese, "los grandes hombres siempre se levantan así estén al borde de la muerte", llegamos a Margarita, cumplimos con la promesa de mamá y fuimos al santuario a visitar a la "Virgen del Valle", por supuesto comimos pescado frito y disfrutamos de la restinga, pero de regreso no me dejaron acercarme a la cubierta .